11 de mayo de 2019

El Rincón del hermano Rafael – Ansia de Dios


¡Oh!, ¡Bendito Jesús, cuándo acabará la farsa! Cuándo llegará el día en que podamos dejar este cuerpo con todas sus lacras y sus miserias, cuándo dejaremos el mundo con todas sus mentiras.” ("Saber esperar", Punto 221)

Cualquiera podría decir que el hermano Rafael está angustiado. Y, ciertamente, lo está, como aquí podemos leer y ver.
No es el primero, ni el segundo ni el tercero de los creyentes católicos que, digamos, han subido a los cielos que ha manifestado, eso, su ansia por pisar las praderas del definitivo Reino de Dios, llamado Cielo.
¿Quiere decir eso que le gustaría haberse suicidado o algo así?
La respuesta a eso es, claramente, no. San Rafael Arnáiz Barón sabía perfectamente que su vida no era suya sino de Dios y que sería el Creador, su Creador, el que lo llamara cuando tuviese por oportuno llamarlo. No se trataba, sin embargo de eso, claro está.
Sí se trataba, por otra parte, del ansia que tenía nuestro hermano en la fe, de Dios y de su Cielo.
Algo muy importante nos dice el hermano Rafael en este texto. Y es que, ciertamente, nosotros tenemos un cuerpo, la parte física de nuestro ser (la otra es la espiritual, el alma, que es inmortal) que tiene muchas lacras y, también, muchas miserias, Y eso no hace falta, por decirlo así, que nos lo diga nadie porque cada cual sabemos de lo que habla nuestro hermano. Sin embargo si eso lo dice alguien que era como era, Rafael Arnáiz Barón, luego santo de la Iglesia Católica, en fin… a lo mejor es como para hacérnoslo mirar…
Pues bien. Nuestro hermano manifiesta un ansia más que notable por dejar el cuerpo en el mundo, bajo tierra o en un nicho mortuorio, y volar hacia el Cielo.
¡Sí, San Rafael Arnáiz Barón tiene ansia de Cielo…
Sabe, también, que el mundo se construye, para desgracia del mismo, sobre mentiras. Y eso le duele más que mucho porque sabe, a ciencia y corazón ciertos, que a Dios eso no le puede gustar nada de nadar porque el Padre es todo Verdad y eso quiere para sus hijos creados a su imagen y semejanza.
El hermano Rafael, como podemos ver, quiere lo mejor. No duda lo más mínimo: el cuerpo… que se quede en el mundo, pudriéndose: el alma, a volar hacia el Cielo al encuentro de Dios si es que no ha tenido que acabarse de purificar en el Purgatorio-Purificatorio.
Y, sin embargo, lo deja todo a la santísima Providencia de Dios. Y es que, como no sabe cuándo será llamado por Dios, espera que eso sea pronto pero mientras llega ese momento puede pedir, sí que puede, que sea pronto pero no puede hacer nada más que orar y pedir al Todopoderoso el encuentro con Él.
A San Rafael Arnáiz Barón todo esto, el mundo y sus cosas, le parecen una falsa. Y no se equivoca. Por eso quiere ir a Dios y a su definitivo Reino. Y no le falta razón, nada de razón.

Eleuterio Fernández Guzmán

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