30 de diciembre de 2015

Darse cuenta de Quién es Cristo

Lc 2,36-40

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él”.

COMENTARIO

Aquella mujer, Ana, también esperaba la salvación de Israel. Al igual que el anciano Simeón servían a Dios en el Templo como compromiso espiritual y como acción profética.

Ana se da cuenta de que aquel niño que llevan sus padres el Templo de Jerusalém para presentarlo a Dios es Quien el Creador había prometido enviar para que el mundo se salvase. Se da cuenta porque debe haber recibido una inspiración del Espíritu Santo.

Lo último que nos dice este texto del Evangelio de San Lucas es que el Niño Jesús vuelve con sus padres a Nazaret y que crece. Y no lo hace una forma cualquiera sino, exactamente, como Dios quiere que lo haga: va llenándose de la gracia de Dios que está con él y en sabiduría crece.


JESÚS, ayúdanos a darnos cuenta de Quién eres.



Eleuterio Fernández Guzmán

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