4 de septiembre de 2015

Sobre odres y vino

Viernes XXII del tiempo ordinario


Lc 5,33-39

En aquel tiempo, los fariseos y los maestros de la Ley dijeron a Jesús: ‘Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben’. Jesús les dijo: ‘¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días’.

Les dijo también una parábola: ‘Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: ‘El añejo es el bueno’’”.
                
COMENTARIO

La enseñanza de Cristo es, eminentemente práctica. Por eso hace uso de cosas rutinarias, de la vida ordinaria. Sabe que es una forma de transmitir la Palabra de Dios que ha de calar en el corazón de aquellos que le escuchan.

Él aún estaba presente entre ellos. Por eso sus discípulos no han de mostrar ningún tipo de tristeza. Cuando muera (y lo dice en este texto refiriéndose al novio) entonces será el momento ideal para hacer ayunos en su recuerdo. Ahora, aún no.

El caso es que todo se trata de darse cuenta de que las cosas, con Cristo, cambiaron y han cambiado. No valen los odres viejos para contener la nueva Ley de Dios (que es la de siempre pero hecha realidad). Por eso conviene que el vino nuevo, Cristo dado por Dios, entre en un corazón nuevo. Por eso es necesaria la conversión.


JESÚS, ayúdanos a ser odres nuevos que contengan el vino nuevo de la Palabra de Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán

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