7 de noviembre de 2013

Lo que, de verdad, vale la pena




Jueves XXXI del tiempo ordinario

Lc 15,1-10

En aquel tiempo, todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: ‘Éste acoge a los pecadores y come con ellos’.

Entonces les dijo esta parábola. ‘¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.

‘O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido’. Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta’”.

COMENTARIO

Resulta curioso como Jesús había acertado, perfectamente, en las personas a las que se dirigía. Los considerados “sabios” en su tiempo no podían ni verlo; los considerados pecadores, eran los que querían escuchar su palabra. En realidad era los que Jesús quería salvar: los pequeños en la fe.

Jesús ha de corregir fraternalmente a quienes están equivocados porque sabe que en comprender lo que dice les va la salvación eterna. Por eso paraboliza diciendo lo que tienen que entender de forma que todo el mundo lo entienda.

Y esto último supera a todo lo superable: importa que se conviertan los pecadores. En eso está la alegría de los ángeles y, claro, de Dios mismo. Aquellos que no necesitan conversión, irán al cielo como Dios quiere que vayan pero los que necesitan limpiarse… necesitan limpiarse.



JESÚS, nos conviene entender a la perfección aquello que nos dices porque es demasiado importante para nosotros como para no tenerlo por dicho por Ti. Ayúdanos a no mirar para otro lado cuando nos hablas de nuestra propia salvación eterna.





Eleuterio Fernández Guzmán


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