11 de enero de 2013

Tener fe



Lc 5,12-16

“Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: ‘Señor, si quieres, puedes limpiarme’. Él extendió la mano, le tocó, y dijo: ‘Quiero, queda limpio’. Y al instante le desapareció la lepra. Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: ‘Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio’. Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero Él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.”


COMENTARIO

Tener fe, es lógico, era muy importante para Jesús. No bastaba con seguirlo porque Él mismo diría en una ocasión que su madre y su padre eran los que cumplían la voluntad de Dios y, para eso, la fe era fundamental.

Aquel leproso confiaba en Jesús. Por eso se le acerca y postrado le pide la curación. No duda siquiera de que eso no pueda ser posible porque en su corazón sabe que aquel Maestro es alguien más que un simple Maestro. Lo reconoce como el Enviado de Dios.

Jesús cura pero, también, hace cumplir la ley al leproso: ha de ir al Templo a decir, de la forma establecida, que ha sido curado. Así quedaría cumplimentada la misma y se demostraría, además, que, en efecto, había curado.


JESÚS, aquellos que te siguen con fe lo consiguen todo de Ti. Sin embargo, es bien cierto que nosotros, en demasiadas ocasiones, no tenemos la fe, siquiera, de un grano de mostaza.




Eleuterio Fernández Guzmán


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