8 de mayo de 2012

La verdadera paz de Dios




Martes V de Pascua

Jn 14, 27-31a

“En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: ‘Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado’”.


COMENTARIO

Era difícil para aquellos que habían estado unos años con Jesús acompañándolo por los caminos de Israel tener en cuenta, en sus vidas, que iban a dejar de verlo y estar con Él. Aquella perspectiva no les gustaba nada de nada.

Jesús sabe que el momento de su marcha a la Casa del Padre será muy difícil para sus más allegados. Por eso consuela sus corazones diciéndoles que les dejará su paz que es la de Dios y que, por eso mismo, nada deben temer.

Los discípulos aman a Jesús pero no con el amor del sacrificio y la entrega al Maestro. Si así lo hicieran no habrían puesto pega alguna (como, por ejemplo, haría Pedro) a lo que le iba a suceder. Y, sin embargo, Jesús cumple la voluntad de Su Padre que es, exactamente, la misma para nosotros.


JESÚS, aquellos que te escuchaban sabían, porque se lo estabas diciendo, que te marcharías pronto. Sin embargo, no lo aceptaron porque no creían como Dios quería que creyeran. Fueron, algunos, poco fieles como nos pasa, a veces, a nosotros.




Eleuterio Fernández Guzmán

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