17 de enero de 2011

Odres nuevos


Mc 2,18-22

Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen a Jesús: “¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: “¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día. 


Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos”.


COMENTARIO


Jesucristo había venido a dar perfección a la Ley de Dios, Por eso muchos de sus contemporáneos no comprenden lo que hacen, por ejemplo, sus discípulos cuando hacen algo que está prohibido. Profetiza, así, el ayuno en viernes santo porque a partir de tal momento ya no estaría entre ellos. Entonces sí habría causa para ayunar y destaca lo que es importante sobre lo superfluo o tergiversador de la norma divina.

De la vida ordinaria extrae Jesús ejemplos que pueden hacer comprender a los que le rodean lo que, de otra forma, no habrían llegado a entender. Lo nuevo requiere espacio nuevo, lugar donde desarrollarse en contra de lo antiguo. Y lo nuevo es Él mismo y el reino que trae de parte de Dios.

En el odre nuevo de un nuevo corazón, purificado con el fuego del bautismo, el discípulo de Cristo se sabe hijo de Dios. Entonces ya no vale lo viejo, el odre que, de querer poner ahí la nueva forma de ser, se rompería porque no admitiría tal renovación.




JESÚS, cómo explicabas a los que te oían de forma que pudiesen entender la Verdad que Tú eres... Así, a nosotros, en este mundo tan contrario a la voluntad de tu Padre, también nos conviene que nos hables de forma sencilla, para que nuestros corazones, a veces tardos en la comprensión, te acojan como nuevos templos del Espíritu.





Eleuterio Fernández Guzmán




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