19 de enero de 2011

Ley de Dios




Mc 2,23-28

“Un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. Decíanle los fariseos: ‘Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?’. Él les dice: ’¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?’. Y les dijo: ‘El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado’”.


COMENTARIO


La Ley de Dios es la que es. Jesús había venido, vino, a darle su cumplimiento perfecto y, sobre todo, a que no se hiciera lo que fuera contrario a la misma.

Someter la vida del hombre a las leyes olvidando qué es lo principal en la existencia de la creación de Dios era, sin duda alguna, tergiversar la voluntad del Creador.

Jesús trata de hacer comprender que la realidad está puesta para al hombre, a quien Dios, al crearlo, pensó que era “muy bueno” lo que había hecho. Por eso lo que hay en la creación está para provecho del ser humano que ha de cuidarlo como algo entregado por el Padre para que lo administre. Pero, de ninguna de las maneras se ha de someter el hombre a leyes que pretendan invertir tales términos.



SEÑOR,  Quisiste Tú que lo que habías creado fuera administrado por el hombre. También quisiste que, por tanto, la creación sirviera al ser humano y que de ella obtuviese todo lo que le hace falta para subsistir. Que no cambiemos los términos de tal relación y pongamos como razón de existencia secundaria al hombre.





Eleuterio Fernández Guzmán

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