22 de diciembre de 2018

Magnífica María



Lc 1, 46-56

46 Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor  47 y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador 48 porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, 49 porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre 50 y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. 51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. 52 Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. 53 A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. 54 Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia 55 - como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». 56 María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.



COMENTARIO


No nos extraña nada de nada que, una joven como María, llena del Espíritu Santo porque lleva en su seno al mismo Dios que va a ser hombre, ante las palabras de su prima Isabel, pronuncie una de las oraciones mejores que puedan escucharse. Y es que en el Magnificat se recoge mucha de la que fe y la confianza que tenían aquella joven que había sí a Dios, a ser su Madre. Por eso ella, María, se queda los tres meses que le quedan, más o menos, a Isabel para traer al mundo al Precursor del Mesías. Y no podemos decir, ¡Qué menos!, sino que Dios supone elegir tanto a una como a otra para cumplir con su misión en la historia de la Salvación y ellas cumplieron a la perfección con la misma.


JESÚS, gracias por tu Madre María.

Eleuterio Fernández Guzmán


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