7 de febrero de 2015

La compasión de Cristo



Sábado IV del tiempo ordinario

Mc 6,30-34

En aquel tiempo, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: ‘Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco’. Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”.

COMENTARIO

Recoger los frutos

Los apóstoles debían estar muy contentos. Habían cumplido con la misión que les había encomendado el Maestro y, al volver de la misma, habían dado cuenta del cumplimiento de la misma. Y Jesús, también seguramente, debió de sentirse satisfecho de ver que, poco a poco, la Buena Noticia llegaba al corazón de muchos.

El descanso del obrero de la mies de Dios

Pero Jesús sabe que aquellos hombres, seguramente sorprendidos de que su misión se hubiera cumplido de una forma tan provechosa, necesitan descanso. Por eso Jesús los aparta, al menos eso es lo que pretende, del mundanal ruido. Sin embargo las cosa son como Él quiere que sean.


La compasión de Cristo

El inmenso Amor de Jesús por sus hermanos los hombres le hace cumplir su misión predicadora y curativa sin tener en cuenta su propio cansancio. Sabe perfectamente que aquellas personas que lo buscan de verdad lo necesitan y los ve, en efecto, perdidos en un mundo que no los comprende ni los ama.


JESÚS, ayúdanos a buscarte como aquellos que, yendo tras de Ti, buscaban tu consuelo.


Eleuterio Fernández Guzmán

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