13 de mayo de 2014

Creer a Cristo



Martes IV de Pascua


Jn 10,22-30

Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: ‘¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente’. Jesús les respondió: ‘Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno’”.


COMENTARIO

Por mucho que Jesús explicara a qué había venido al mundo y por mucho que demostrara que sólo el Enviado de Dios podía resucitar muertos o hacer lo que hacía, había, entre sus contemporáneos, muchos que no le creían.

Explica, muchas veces, que lo que hace lo hace porque es el Padre quien le dice que lo lleve a cabo. Por eso aquellos que sí creen en Él lo siguen y tienen confianza en su persona y obra.

Sin embargo, muchos, a lo mejor, creían que podían, por ejemplo, hace que nadie le siguiera. Estaban equivocados del todo pues cuando Dios escoge a alguien no hay poder humano que pueda contradecirlo.







JESÚS, aquellos que te escuchaban, muchos, no estaban seguros de que eres el Hijo de  Dios. Ayúdanos a no ser como aquellos que tanto dudaban de Ti.




Eleuterio Fernández Guzmán


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