3 de septiembre de 2013

Con todo el poder de Dios





Martes XXII del tiempo ordinario
Mt 4,31-37

En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: ‘¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios’. Jesús entonces le conminó diciendo: ‘Cállate, y sal de él’. Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: ‘¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen’. Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.

COMENTARIO

Muchas de las personas que escuchaban a Jesús no tenían muy claro si era el Mesías o no lo era. De todas formas estaban interesadas en seguirlo por si acaso lo fuera y estar con Él en aquellos momentos tan importantes de la historia del pueblo judío.

Los demonios sí sabían que era el Hijo de Dios. Uno de ellos lo llama “Santo de Dios”. Sabían, por lo tanto, que dependía de lo que quisiera hacer con ellos y estaban más que seguros que les haría salir de todas las personas donde hubieran entrado.

Muchos se sorprende de que Jesús pueda mandar a los demonios que salgan de una persona y que…, en efecto, salgan de la misma. Dudaban, a lo mejor, de Quién era.


JESÚS, tuyo es todo el poder y toda la gloria. Que hagas eso con un demonio, o con muchos, no es extraño. Ayúdanos a tener siempre presente que eres, en efecto, el Hijo de Dios.





Eleuterio Fernández Guzmán


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