23 de marzo de 2013

Olvidar lo que hace Cristo




Sábado V de Cuaresma

Jn 11, 45-56

“En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: ‘¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en Él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación’. Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: ‘Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación’. Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación —y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos—. Desde este día, decidieron darle muerte.

Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraim, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: ‘¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?’. Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle”.




COMENTARIO

Jesús continuaba con su labor de predicación y de demostración de que era el Hijo de Dios. Nadie podía dudar de que lo era porque había hecho muchas señales que muchos habían visto. Por eso había personas que querían matarlo y maquinaban para conseguir tal fin.

Unos creyeron en Jesús por lo que hacía más que por lo que decía. Otros, sin embargo, que no creyeron en el Maestro, fueron a sus superiores espirituales a decirles que aquel hombre era muy peligroso para sus intereses. Ellos, con toda seguridad, acordaron acabar con su vida.

Las órdenes estaban dadas: quien viera a Jesús en la época de Pascua que se acercaba tenía que dar parte de su presencia en la Jerusalén. El Mal iba tendiendo el camino de muerte para el Hijo de Dios y muchos, seguramente, creyeron que huiría de aquel momento y que no iría a la ciudad santa. Pero estaban muy equivocados.


JESÚS, los que te perseguían no cesaban en tu intento de matarte. Maquinaron olvidando de lleno todo lo que habías dicho y hecho. Y eso, exactamente eso, es lo que hacemos demasiadas veces nosotros mismos.




Eleuterio Fernández Guzmán


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