8 de marzo de 2012

Ser Lázaro o Epulón



Jueves II de Cuaresma


Lc 16, 19-31

“En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: ‘Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.

‘Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.

‘Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’’”.


COMENTARIO

Los que nos consideramos creyentes en Dios Único y Omnipotente tenemos la posibilidad, en determinadas ocasiones, de escoger entre una opción y otra. Aquí se nos plantea el caso de Lázaro, pobre y Epulón, rico.

En nuestra libertad podemos no prestar atención a los que necesitan nuestra ayuda. Puede tratarse de una que lo sea económica o de simple compañía y comprensión pues son muchas las necesidades que el prójimo puede tener. Seremos, entonces, como los que han atendido a Cristo mismo.

También podemos ser como quien no presta atención a quien lo necesita y camina por la vida de forma egoísta. Seremos, entonces, como aquel rico que nada hacía por el pobre Lázaro. Debemos saber que, en tal caso, en esta vida ya hemos sido pagados y que en la que lo será eterna no nos espera nada bueno. No hemos sido misericordiosos.


JESÚS, tenías en cuenta las necesidades de aquellos que te necesitaban. Por eso siempre enseñaste que quien nos busca por la razón que sea ha de ser atendido aunque eso nos cueste tiempo e, incluso, dinero. Manifestar amor por el prójimo es deber inexcusable de quien se dice hijo de Dios.




Eleuterio Fernández Guzmán


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