Entendemos, por contemplar, desde un punto de vista religioso, el hecho mismo de ocuparse de Dios pensando en Él y tener en cuenta los atributos divinos y los misterios de la religión. Por eso no puede corresponder, únicamente, a las personas entregadas la vida de contemplación, por decirlo así, llevada a cabo en lugares concretos y determinados, el mismo hecho de contemplar.
Por eso nos corresponde, a cada uno de los cristianos, aquí católicos, ejercer de contemplativos en el mundo y con el mundo.
Contemplar para creer, tener fe y sentirnos hijos de Dios
Esencial para nuestra vida de creyentes, la contemplación nos ayuda a reconocernos en el mundo porque nos sirve como medio de comprensión del mismo.
Creemos porque, al contemplar la gloria de Dios, nos confirmamos en lo que se nos dio. Ya no basta con tener una fe entregada sino que, al contrario, hemos de formar y conformar de acuerdo a la voluntad del Padre.
Entonces, cuando pensamos en Dios y lo hacemos de forma intensa contemplamos su Divino Ser y fomentamos, en nosotros, la creencia que nos sostiene.
Nos adherimos al misterio del reino de Dios y, entonces, situamos de una forma más adecuada la fe en nuestra vida y, a la vez, nos sentimos, en verdad y de verdad, hijos de Dios que saben que tal filiación les obliga a llevar un comportamiento distinto al de quien, simplemente, no cree.
¿Cómo, de todas formas, contemplamos a Dios en nuestra vida cotidiana?
Diversas son las circunstancias a partir de las cuales la contemplación es posible para nosotros, los creyentes en Dios Único y Creador:
1.-En la creación misma, donde apreciamos el poder y la misericordia de Dios para con nosotros.
2.-En los demás, donde apreciamos la voluntad de Dios de ser perfectos con el prójimo.
3.-En las Sagradas Escrituras, donde podemos contemplar la verdadera voluntad de Dios.
4.-En nosotros mismos, desde donde contemplamos el mundo y al prójimo.
Sin embargo, es posible que haya personas que sean capaces de contemplar a Dios de alguna otra forma. Cada cual ha de encontrar el modo de contemplación que sea más adecuado para su vida y circunstancias porque algo hay en común en todo intento: la búsqueda de Dios.
A Dios lo buscamos porque sabemos que es uno que lo es personal y, por eso mismo, tenemos necesidad de hacerlo presente en nuestra vida y tal realidad espiritual ha de ser querida por cualquier cristiano, aquí católico.
No podemos decir, por lo tanto, que la contemplación pueda ser exclusivamente gozo de las personas que han escogido una vida apartada del mundo para estar en el mundo sino, al contrario, de todos los que nos sabemos criaturas del Creador.
Eleuterio Fernández Guzmán
Publicado en Acción Digital
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