Martes, 24 de enero de 2012
Martes III del tiempo ordinario
Mc 3, 31-35
“En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: ‘¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan’. Él les responde: ‘¿Quién es mi madre y mis hermanos?’. Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: ‘Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’.
COMENTARIO
Aquellos que no habían comprendido lo que Jesús había venido a hacer al mundo no entendían, muchas veces, ni lo que decía ni a qué ese refería. Seguían con sus pensamientos mundanos y a ellos se referían cuando hablaban con el Maestro.
Cuando María y algunas personas acuden a ver a Jesús es lógico que aquellos que lo estaban escuchando le dijesen que habían venido a buscarlo. Seguramente sabían que se estaba metiendo en un buen lío diciendo aquello que decía y que lo mejor era que se fuera a su casa.
Sin embargo, Jesús sabía que su misión era transmitir la voluntad de Dios y que por eso había venido al mundo. Dice, por eso mismo, que quien la cumple es, en verdad, hermano suyo porque se comporta como un hijo debe comportarse con un Padre.
JESÚS, los que te escuchaban no acababan de comprender que tu voluntad era la de Dios y que, por eso mismo, se tenía que cumplir la del Creador. Otra forma no había, ni hay, para entrar en el definitivo Reino de Dios.
Eleuterio Fernández Guzmán
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