15 de agosto de 2011

La fe de María

La Asunción de la Virgen María


Lc 1,39-56

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!’.

Y dijo María: ‘Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos’. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa."



COMENTARIO

Cuando el Ángel del Señor anunció a María, y aceptó ésta, la voluntad de Dios, partió hacia donde vivía su prima Isabel. Iba para ayudarla en sus últimos meses de embarazo.

La fe que tiene la Virgen María es recompensada por Isabel. El Espíritu Santo ha soplado en su corazón la admiración por aquella joven que llevaba en su seno al Salvador del mundo, Señor del mismo.

Y María responde de una forma no menos importante. Recuerda lo hecho por Dios a favor de su pueblo elegido y lo que el Creador hace por quien tiene fe y cumple su voluntad. Ella así lo hizo y, desde entonces, todas las generaciones, como dice María, la han llamado bienaventurada.


JESÚS, tu madre era el gran amor de tu vida. Cuando fue a casa de tu tía Isabel y quedaban unos meses para que naciera tu primo Juan, que sería quien te bautizara, el Bautista hizo señales de que conocía tu presencia.




Eleuterio Fernández Guzmán

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