25 de enero de 2011

Enviados


Mc 16,15-18

“En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: ‘Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Éstas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien’”.


COMENTARIO

Jesús escogió a quien quiso porque tenía confianza en el corazón de aquellas personas que, a pesar de mostrarse como eran, habían creído en Él.

Envía a transmitir que el reino de Dios había llegado, la Buena Noticia que todos estaban esperando desde hacía siglos. Y pedía creer para bautizar. Primero, siempre, creer y luego, el bautismo que salva. Y era una opción que se dejaba a la libertad de los hombres, creación de Dios.

Lo que debían de hacer lo harían, además, en nombre de Jesucristo, Hijo de Dios. No era cosa de cada enviado sino que adquirieron lo que Jesús quiso transmitirles para que llevaran a cabo su labor de enviados del Hijo del Hombre. En su nombre somos y existimos, en Él creemos.





JESÚS, enviaste Tú a aquellos primeros nosotros para que evangelizaran un mundo, en mucho, perdido de la Palabra de Dios y alejado de Tu Padre. Nosotros, con nuestros medios de hoy y con los talentos que el Creador nos entregó somos, por eso mismo, apóstoles que deberían darse cuenta del encargo que, entonces, les diste a tus primeros discípulos y llevarlo a nuestra vida.





Eleuterio Fernández Guzmán

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