25 de enero de 2011

Contra el Espíritu Santo



Mc 3,22-30

“En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: ‘Está poseído por Beelzebul’ y ‘por el príncipe de los demonios expulsa los demonios’. Entonces Jesús, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: ‘¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno’. Es que decían: ‘Está poseído por un espíritu inmundo’.



COMENTARIO


Jesús sabía que quien no quiere dejarse dominar por el Maligno, no lo hace y pone fin al acometimiento del Mal con una voluntad firme  y contraria a lo que quiere éste.

De muchas formas pecaron entonces y pecamos ahora. Hay unas que son, digamos, perdonables porque Dios comprende la naturaleza pecadora de su creación y, mediante su misericordia, pone fin a la ruptura de relación que supone el pecado.

Algo, sin embargo, no se perdona y que no es otra cosa que el blasfemar contra del Espíritu Santo. Esto es así porque se peca contra la gracia necesaria para la conversión lastrando, así, la posibilidad de venir a ser mejor según la voluntad de Dios. Y eso, que supone, además, manifestar que se persevera en el mal, no puede ser perdonado porque se busca, conscientemente, el pecado.






JESÚS, qué dolido estarías para decir que no se perdona la blasfemia en contra del Espíritu Santo. Quien así incurre en tan gran pecado no sabe o no reconocer la importancia que tiene la gracia de tu Padre para cambiar el corazón de piedra por uno de carne y se impide, así, que quien está en pecado deje de estarlo. Que no nos pase a nosotros eso.





Eleuterio Fernández Guzmán

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