10 de agosto de 2018

Morir a uno mismo


Jn 12, 24-26

24 “'En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. 25 El que ama su vida, la pierda; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. 26 Si alguno me sirve, queme siga, y adonde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.'”

COMENTARIO

Lo que dice el Hijo de Dios en este texto del Evangelio de San Juan tiene todo que ve con lo que puede ser nuestra salvación eterna. Y es, además, un aviso a quien crea que las cosas se pueden hacer de otra forma.

Hay que dejar morir al hombre viejo y dejar que fructifique, en el corazón, el hombre nuevo. Aquel que tenía el corazón de piedra ha de morir para dar paso al que lo tiene de carne. Y ese da fruto elevado y gozoso.

Seguir a Jesucristo supone que, a su vez, se sirve a Dios mismo. En tal caso, no queda tal forma de llevar la vida sin recompensa sino que, al contrario y como dice el Hijo, el Padre eterno premiará tal actitud con dones y gracias y, luego, con la vida eterna.


JESÚS, gracias por mostrarnos el camino hacia la vida eterna.

Eleuterio Fernández Guzmán


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