8 de febrero de 2017

Lo de fuera y lo de dentro


Miércoles V del tiempo ordinario
Mc 7,14-23

“En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y les dijo: ‘Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga’. 
Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. Él les dijo: ‘¿Así que también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?’ —así declaraba puros todos los alimentos—. Y decía: ‘Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre’.

COMENTARIO

Ciertamente el pueblo judío tenía de los alimentos una concepción que a Jesús le parecía equivocada. Debía mostrar a todo el que quisiera escucharle la verdad de las cosas que, según vemos, tenía poco que ver con aquella concepción.

Lo que entra de fuera, es decir, los alimentos, no son impuros. Eso lo dice el Hijo de Dios para que supieran que ningún alimento lo era y que podrían comer de cualquiera de ellos. Y es que, y eso es más que verdad, lo que entra en el cuerpo humano no va a parar al corazón.

El corazón, de donde salen las obras, es donde deben fijar su atención. Por eso les dice que de ahí sale lo malo que el hombre hace. Por tanto, no debían tener en cuenta la imposible impureza de los alimentos, que no contaminan el espíritu sino el corazón. Eso sí lo deben tener en cuenta para corregir lo malo que pueda salir del mismo.


JESÚS, ayúdanos a tener un corazón limpio.



Eleuterio Fernández Guzmán                

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