Viernes
III del tiempo ordinario
Mc 4,26-34
“En
aquel tiempo, Jesús decía a la gente: ‘El Reino de Dios es como un hombre que
echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano
brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma;
primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el
fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega’.
Decía también: ‘¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra’. Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado”.
COMENTARIO
Jesús
conoce más que bien las limitaciones del pueblo elegido por Dios para ser el
suyo. Es bien cierto que había muchos de entre los suyos que eran buenos
conocedores de la Ley de Dios pero la gran mayoría era tarda en el
entendimiento. Por eso hace uso de ejemplos para dar a entender cuál es la
voluntad de Dios.
Aquí
pone unos cuantos. Así, por ejemplo, cuando nos dice que el Reino de Dios (Dios
mismo) crece en el corazón del ser humano aunque este no haga nada para que
crezca. Es como el devenir natural de quien ha sido hecho a imagen y semejanza
del Todopoderoso.
Pero
también es el Reino de Dios como algo muy pequeño. Es muy pequeño cuando es
sembrado en el corazón. Sin embargo crece hasta que se hace tan grande que
ocupa toda la existencia de quien lo posee. Así es el Reino de Dios; así es
Dios mismo.
JESÚS, ayúdanos a
comprender tus parábolas.
Eleuterio
Fernández Guzmán
No hay comentarios:
Publicar un comentario