6 de marzo de 2015

Cuando ha de prevalecer la misericordia


Viernes II de Cuaresma

Mt 21,33-43.45-46

En aquel tiempo, Jesús dijo a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: ‘Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?’. 

Dícenle: ‘A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo’. Y Jesús les dice: ‘¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos’. 

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta
”.


COMENTARIO

Jesús no hablaba, para nada, con palabras vacías. Por eso todo lo que decía tenía un destinatario claro y era más que posible que el destinatario supiera que se refería a él.

Aquellos que se consideraban sabios sabía que lo que había acabado de decir al respecto de la viña, de su dueño y de su hijo, se refería al Reino de Dios, a Dios y a Jesús. Y que ellos iban a matarlo como al hijo de la parábola.

Jesús, sin embargo, no se preocupa lo más mínimo de lo que puedan pensar aquellos que lo persiguen. Sabe que es más importante que los humildes comprendan lo que dice acerca de la verdadera naturaleza pecadora de los que gobierna su fe.


JESÚS, ayúdanos a no ser como aquellos que te perseguían.


Eleuterio Fernández Guzmán

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