13 de septiembre de 2013

Corazón de María


ELEUTERIO




Lucía, Francisco y Jacinta apenas habían vivido unos años de sus vidas (que en el caso de los dos últimos serían pocos más) cuando en aquel día del mes dedicado a María, la Madre de Dios se les apareció para hacerles ver que, en realidad, el amor tenía que ser, sobre todo, sufrimiento. 
Todos los momentos negativos, critica siempre quien no entiende ni comprende, que pasó, sobre todo, Lucía (al fin y al cabo la única que iba a quedar para dar testimonio de lo vivido pues le dijo María, el 13 de junio, que “Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien le abrazare prometo la salvación y serán queridas sus almas por Dios como flores puestas por mi para adornar su Trono“) le valieron para comprender que la Verdad tiene caminos verdaderamente misteriosos para salir a la luz.
Jesús quiere o, lo que es lo mismo, Dios quiere que la devoción al Inmaculado Corazón de la Virgen María sea conocido y amado. Eso le dijo María a Lucía. Y, a lo largo de los años, desde aquel entonces, muchas personas e instituciones eclesiales se han consagrado, precisamente, a tan maravilloso Corazón.
Pues bien, los días 12 y 13 de octubre del presente año 2013 el Papa Francisco consagrará el mundo al Inmaculado Corazón de María. Y lo hará, claro está, ante la imagen de Nuestra Señora de Fátima quien, como decimos, comunicó a Lucía la voluntad de Dios.
Pero fue hace bastantes años, en 1942, cuando Pío XII consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María. Entonces estaba en ebullición la Segunda Guerra Mundial y el Santo Padre se acercó, acercó al mundo, a la Madre de Dios, diciendo, entre otras cosas, esto:
“¡Oh Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora de todas las batallas de Dios! Ante vuestro Trono nos postramos suplicantes, seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro maternal Corazón.
En esta hora trágica de la historia humana, a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, cuerpo místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo dilacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.”
Pedía, pues, por aquella mala hora por la que estaba pasando la humanidad en la que tantos millones de vidas segó el odio.
No es de extrañar, entonces, que el Papa Francisco, se dirija, otra vez, a Dios a través de María para que el mundo, a ser posible, discurra su caminar por caminos de paz y no de confrontación y de entrega a la muerte y a la desesperanza.
En realidad, los fundamentos espirituales que nos determinan a prestar toda nuestra atención a tal consagración son profundos. Y lo son porque una vez María llegó al cielo tras su Ascensión, su corazón, no ha dejado de interceder por nosotros, hijos suyos. Así, su amor se dirige a Dios y a su Hijo Jesucristo y a ellos presenta aquello que nosotros le pedimos. Por eso cuando veneramos el Inmaculado Corazón de María lo hacemos fijándonos en el de la mujer llena del Espíritu Santo y también de gracia de Dios que escogió el Padre para ser su Madre y eso nos impele, yendo más allá de nosotros mismos, a querer que todo el mundo se consagre al mismo… por bien de la humanidad toda.
Por eso, con humildad, mansedumbre y necesidad espiritual, le pedimos a María, a su Inmaculado Corazón:
“¡Llévanos a Jesús de tu mano! ¡Llévanos, Reina y Madre, hasta las profundidades de su Corazón adorable! ¡Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros!”
Amén o, lo que es lo mismo, que así sea porque queremos que sea, Madre.


Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Análisis Digital

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