25 de junio de 2013

La regla de oro de Dios



Martes XII del tiempo ordinario


Mt 7,6.12-14

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran’”.


COMENTARIO

Los consejos espirituales que da Jesús no eran, ni son, fáciles de seguir porque, muchas veces, convierten lo que parecía bueno en algo irremediablemente malo o negativo para nosotros. Por eso muchos de los que le escuchaban no estaban de acuerdo, para nada, con lo que decía.

Si hay algo fundamental en la vida del discípulo de Cristo es seguir lo que dice. En este caso particular la que podemos denominar regla de oro del cristianismo: hacer a los demás lo que los demás queramos que nos hagan. Y eso, es así, no siempre lo solemos hacer porque nos gusta la puerta ancha y no la estrecha.

Sobre el caso de la puerta para entrar en el definitivo Reino de Dios, lo bien cierto es que nosotros preferimos la ancha. Sin embargo, es la entrega a los demás, el sacrificio y todo lo que supone seguir la voluntad de Creador la que la hace bien estrecha. Y así, venciendo tal estrechez, vencemos nuestra tendencia a ser poco útiles a Dios.


JESÚS, prefieres que sepamos la verdad y, aunque sea difícil de soportar, la tengamos en cuenta. El caso es que, en demasiadas ocasiones no hacemos nade de caso a la misma porque no nos interesa. Así de sencillo y, a la vez, de terrible.





Eleuterio Fernández Guzmán


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