6 de noviembre de 2011

Sobre celibatos y mundanidades







El tema del celibato sacerdotal es uno a los que se recurre, de parte de los que persiguen a la Iglesia católica, para causar malestar a la Esposa de Cristo. Ciertamente, es uno que lo es importante porque que el sacerdote sea célibe no es capricho ni de la Iglesia católica ni del sacerdote.

Documentos significativos

Algo, mínimo pero importante, sobre el celibato, en el seno de la Iglesia católica, es lo siguiente:

1.-En el libro II, Parte I, Título III, Capítulo III del Código de Derecho Canónico (“De las obligaciones y derechos de los clérigos” ), concretamente en el c. 277.1 se dice:
“1 Los clérigos están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los cielos y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato, que es un don peculiar de Dios, mediante el cual los ministros sagrados pueden unirse más fácilmente a Cristo con un corazón entero y dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los hombres” 
Y esto parece una, digamos, explicación, aceptable.

2.-En la encíclica Ad catholici sacerdotti, Pío XI dejó escrito el entonces Santo Padre:
“Íntimamente unida con la piedad, de la cual le ha de venir su hermosura y aun la misma firmeza, es aquella otra preciosísima perla del sacerdocio católico, la castidad, de cuya perfecta guarda en toda su integridad tienen los clérigos de la Iglesia latina constituidos en órdenes mayores obligación tan grave que su quebrantamiento sería además sacrilegio. Y si los de las Iglesias orientales no están sujetos a esta ley en todo su rigor, no obstante, aun entre ellos es muy considerado el celibato eclesiástico, y en ciertos casos, especialmente en los más altos grados de la jerarquía, requisito necesario y obligatorio” (47)

3.-En la Exhortación apostólica Menti nostrae, Pío XII manifestó, sobre el celibato, lo siguiente:
“El sacerdote tiene como campo de su propia actividad todo lo que se refiere a la vida sobrenatural, y es órgano de comunicación y de incremento de la misma vida en el Cuerpo místico de Cristo. Por eso es necesario que renuncie a todo lo que es del mundo para cuidar solamente aquello que es del Señor. Y, precisamente porque debe estar libre de preocupaciones del mundo para dedicarse por entero al servicio divino, la Iglesia ha establecido la ley del celibato, para que fuese siempre más manifiesto a todos que el sacerdote es ministro de Dios y padre de las almas. Con la ley del celibato, el sacerdote, más que perder el don y el oficio de la paternidad, lo aumenta hasta el infinito, porque, si no engendra hijos para esta vida terrena y caduca, los engendra para la celestial y eterna.
Cuanto más refulge la castidad sacerdotal, tanto más viene a ser el sacerdote, junto con Cristo, hostia pura, hostia santa, hostia inmaculada” 
(17)

4.-En la Encíclica Sacerdotii nostri primordia, el Beato Juan XXIII dice lo siguiente al respecto del celibato sacerdotal:
“¡Cuánta gracia atraen para la Iglesia los sacerdotes fieles a esta virtud excelsa! Con Pío XI, Nos la consideramos como la gloria más pura del sacerdocio católico, y ‘por lo que se refiere al alma sacerdotal, nos parece que responde de la manera más digna y conveniente a los designios y deseos del sacratísimo Corazón de Jesús’ Pensaba el Cura de Ars en este designio del amor divino cuando exclamó: ‘El sacerdocio: he aquí el amor del Corazón de Jesús’ (31)
Y escribe sobre gracia y gloria... algo bastante difícil de entender hoy día.

5.- En la Exhortación apostólica Pastore dabo vobis, Juan Pablo II Magno dijo, sobre el celibato que:
“Ahora bien, la educación al amor responsable y la madurez afectiva de la persona son muy necesarias para quien, como el presbítero, está llamado al celibato, o sea, a ofrecer, con la gracia del Espíritu y con la respuesta libre de la propia voluntad, la totalidad de su amor y de su solicitud a Jesucristo y a la Iglesia. A la vista del compromiso del celibato, la madurez afectiva ha de saber incluir, dentro de las relaciones humanas de serena amistad y profunda fraternidad, un gran amor, vivo y personal, a Jesucristo” 
Por último, En el discurso del Santo Padre Benedicto XVI, al Primer Grupo de Obispos de La República Democrática del Congo en Visita "Ad Limina" (el viernes 27 de enero de 2006) dijo lo siguiente:
“Viviendo fielmente la castidad en el celibato, el sacerdote manifestará que todo su ser es entrega de sí mismo a Dios y a sus hermanos” 

Por tanto, no puede decirse (aún siendo poco lo que aquí traído) que el celibato sea una realidad material y espiritual de poca importancia para el católico y, así, para el sacerdote católico. Muy al contrario, es una virtud importante y necesaria.

Otra cosa que se considere contraria a lo, brevemente, expuesto aquí es, simplemente, pura mundanidad.

Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Acción Digital

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