30 de octubre de 2011

Lecciones de humildad




Domingo XXXI (A) del tiempo ordinario


Mt 23,1-12

“En aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: ‘En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame “Rabbí”.

‘Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “Rabbí”, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie “Padre” vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar “Directores”, porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado’”.


COMENTARIO

Trata siempre, Jesús, de que comprendamos qué es lo importante en la vida de un discípulo suyo y  de un hijo que se sabe de Dios. No se trata de hacer grandes cosas ni de ir caminando para que se vea lo que se hace como aquellos fariseos que preferían ser vistos y aplaudidos.

Servir a los demás es el principal mensaje que Cristo nos dejó en la Última Cena. Cuando se ciñó la toalla y lavó los pies a sus apóstoles lo hizo para que comprendiesen que ahí mismo estaba el hecho importante: entregarse a los demás de la forma que sea para su vida sea más llevadera y sufran menos.

Ser humilde y manso son dos virtudes que puso en práctica Jesucristo a lo largo de la vida que conocemos como “pública”. La humildad exalta al hombre porque lo hace dócil a la voluntad de Dios y, al contrario, la soberbia y el querer parecer lo que no se es lo pone en una situación peligrosa de cara al Creador que ama a quien se humilla porque ha comprendido, el humillado, que es poco ante el Padre.


JESÚS, frente a los que querían extraer de su especial situación social una serie de privilegios tú ofreces la humillación y el servicio y frente a los que pretenden ser más tú enseñas que hay que ser menos. Sin embargo, ¡cuántas veces somos como los fariseos! y no como tú quieres que seamos.


Eleuterio Fernández Guzmán


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