26 de noviembre de 2024

No confundirse con Dios

Lc 21, 5-11


"En aquel tiempo, dijo el Señor:

'¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres!

Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis mausoleos.

Por eso dijo la Sabiduría de Dios: 'Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos de ellos los matarán y perseguirán'; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os digo: se le pedirá cuenta a esta generación.

¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros, no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido!'.

Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca."


COMENTARIO

Es cierto y verdad que el Hijo de  Dios había sido enviado al mundo para que el mundo se salvase. Y un obstáculo grande para cumplir con su misión eran aquellos que, en principio, debían guiar al pueblo elegido por el Todopoderoso que no hacían, sino, lo contrario a lo que debían hacer para que sus hijos espirituales se salvasen.

Jesucristo no podía ni debía callar ante tal situación. Y por eso les dice muchas veces que debían actuar de una forma muy distinta a la que venían mostrando desde hacía demasiado tiempo.

Ellos, sin embargo, como no les convenía nada seguir el consejo de Cristo, miraron para otro lado y, al contrario de lo que se debería esperar de alguien sensato, aún pretendían coger al Hijo de Dios en un renuncio. En fin...

JESÚS,  gracias por tener tanta paciencia con aquellos que no querían escucharte. 

Eleuterio Fernández Guzmán

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