5 de abril de 2019

El rincón del hermano Rafael – “Saber esperar”- Abrazado a la Cruz de Cristo



“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”
Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.
Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.
Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.
Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

“Saber Esperar” – Abrazado a la Cruz de Cristo

¡Cuánta alegría vivir sin voluntad! ¡Qué tesoro tan grande es el no ser nada ni nadie…, el último…; qué tesoro tan grande es la Cruz de Jesús, y qué bien se vive abrazado a ella, nadie lo puede sospechar!.“ (Punto 290)

¡Estos santos deben estar locos!
Seguramente, más de uno pensará y hará suya tal expresión. Y es que el hermano Rafael dice algo, eso de vivir sin voluntad, que, para un mundo individualista como el que nos ha tocado vivir es, dicho popularmente, demasié...
Las cosas, en materia espiritual, sabemos que han de ser de otra forma y son, de hecho, de otra forma. Digamos que son más exigentes que la vida común, mundana.
El hermano Rafael, como amaba tanto a Cristo (y, seguro, lo ama ahora en el Cielo) no duda en decir las cosas con una claridad meridiana y para que nadie se lleve a engaño. Y es que nos dice que es bueno eso de vivir sin voluntad.
Así, dicho, más de uno diría que, en efecto, como decimos arriba, debe estar loco San Rafael Arnáiz Barón. Y, en efecto, lo estaba. Pero no se trata de una falta de cordura propia de las personas que no tienen seso por enfermedad física. No, su locura lo es porque ama de todas las formas posibles a su hermano Cristo, a Jesucristo y, claro, con él a Dios y a su Espíritu Santo. Y tal locura ¿acaso no se necesaria para los hijos del Todopoderoso?
Nuestro hermano, religioso él por voluntad y perseverancia propia, sabe que hay algo más, mucho más, que las cosas del mundo. Y aunque esto pudiera parecer lógico en boca o palabras escritas de alguien que milita en la vertiente contemplativa de la vida espiritual católica… no podemos negar que tiene una importancia no pequeña que así sea dicho.
El caso es que a nosotros nos vienen muy bien tales palabras. Y nos vienen muy bien porque nos conviene más que bien saber a qué debemos atenernos. Y eso, en este tipo de materias que no tiene que ver con lo que se puede asir o tocar es crucial saberlo.
Pues bien, aquí hay algo que debemos tener en cuenta, como decimos: Jesucristo fue el último. Es más, fue tan el último que permitió que lo pusiesen en la Cruz como si de un malhechor se tratase y, así, como el último, el más despreciable de los hombres…
Queremos decir, en todo caso, que muchos lo tuvieron como alguien de quien se podía prescindir y, así, llevarlo al otro mundo donde, según el pensar de algunos, recibiría su merecido castigo…
El hermano Rafael, y nosotros con él, claro está, no estamos para nada de acuerdo con esto sino que creemos que fue una gran victoria sobre la muerte aquella forma de morir. Y lo sabemos porque conocemos lo que luego sucedió, claro está.
San Rafael Arnáiz Barón nos dice que se vive muy abrazado a la Cruz de Cristo. Y sabemos que se refiere, en todo caso, al “sufrimiento como” el que padeció el Hijo de Dios: saber por qué se sufre y sobrenaturalizar el sufrimiento de tal manera que troque el mismo de dolor en gozo…
Sí, es cierto que todo esto no es nada fácil pero también sabemos que tenemos un ejemplo, con nombre bien claro (Jesucristo) que nos muestra que imposible, imposible, no es. Para nada.
Y es que, además, eso es un tesoro. Y lo es porque lo podemos encontrar y, así, de encontrarlo al gozo eterno no hay, siquiera, paso alguno. Es encontrar y hallar el Bien. Y eso estando abrazado a la Cruz de Cristo.


Eleuterio Fernández Guzmán 


No hay comentarios:

Publicar un comentario