24 de septiembre de 2017

Aceptar la voluntad de Dios



Mt 20-1-16

“1 ‘En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. 2 Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 3 Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, 4 les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.’ 5 Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. 6 Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’ 7 Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado.’ Díceles: ‘Id también vosotros a la viña.’
8 Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a
los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros.’
9 Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada
uno. 10 Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos
también cobraron un denario cada uno. 11 Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, 12 diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor.’ 13 Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? 14 Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. 15 ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. 16 Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.’”


COMENTARIO

La parábola que Jesucristo pone en los oídos y en el corazón tiene que ver con lo que, al fin y al cabo, supone aceptar la voluntad de Dios que es, no lo podemos negar, lo único que debería importar a un hijo suyo.

Aquellos hombres, los primeros que habían sido llamados, creían que tenían más derechos. Lo único que tenían eran más tiempo para cumplir con la voluntad de aquel que los había llamado.

Dios, al respecto  de sus hijos, llama a cada uno de ellos a edades diversas. Lo mismo que en esta parábola, al principio del día, de la vida ordinaria, a mitad o al final de la misma. Lo que importa no es cuándo se ha sido llamado sino la respuesta que se da a tal llamada.


JESÚS, ayúdanos a saber escuchar la llamada de Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán

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