26 de julio de 2017

La semilla del sembrador

Mt 13,1-9

En aquel tiempo, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: ‘Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga’”.


COMENTARIO

Muchos querían escuchar a Jesucristo. Esto quería decir que, entre los corazones de su tiempo, los había que habían aceptado lo que decía. Por eso esperaban sus palabras.

La parábola del sembrador es una que lo es importante porque muestra hasta dónde puede llegar la Palabra de Dios o cómo en los corazones se asienta. Y la pone sobre la mesa para que todos entiendan o, al menos, para que alguno entienda.

La semilla que el sembrador, Dios, echa en el campo del corazón del hombre puede fructificar más o menos. Depende de las características de cada cual que la misma se asiente más o menos.

JESÚS,  ayúdanos a ser buenos campos donde fructifique tu semilla.


Eleuterio Fernández Guzmán


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