1 de febrero de 2017

Escandalizarse de Dios…

 Miércoles IV del tiempo ordinario
Mc 6,1-6

En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguieron. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: ‘¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?’. Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: ‘Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio’. Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

COMENTARIO

No podemos negar que Cristo, cuando caminaba por Israel, iba causando admiración. Tanto lo que hacía como lo que decía manifestaba que no era un Maestro cualquiera sino que Dios estaba con Él.

Cuando Jesús va a Galilea muchos lo conocen. Por eso nos dice el texto bíblico que todos sabían que era el hijo de María y de José. En realidad, al parecer, ignoraban que era el Hijo de Dios y que había venido a salvarles.

El texto del Evangelio de San Marcos nos dice toda claridad que muchos de los que lo conocían no tenían fe. Y es que no podían imaginar que aquel hombre a quien conocían perfectamente pudiese ser más que el carpintero.

JESÚS, ayúdanos a confiar en Ti.


Eleuterio Fernández Guzmán

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