29 de agosto de 2013

Juan, el Precursor



Mc 6,17-29

En aquel tiempo, Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: ‘No te está permitido tener la mujer de tu hermano’. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. 

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: ‘Pídeme lo que quieras y te lo daré’. Y le juró: ‘Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino’. Salió la muchacha y preguntó a su madre: ‘¿Qué voy a pedir?’. Y ella le dijo: ‘La cabeza de Juan el Bautista’. Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: ‘Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista’. El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.”

COMENTARIO

La vida de Juan el Bautista estaba destinada a ser objeto de mucho escarnio y de mucho escándalo de parte de los poderosos de su tiempo. Como profeta no decía lo querían escuchar aquellos que, entonces, tenían el poder. Y eso le costó la vida.

Juan había anunciado al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y lo hizo en aquel lugar donde bautizaba con agua pero avisaba que Quien tenía que venir lo haría con fuego. Y se refería a su primo Jesús, hijo de María, hermana de su madre Isabel.

El pueblo judía había cumplido, otra vez, con la muerte de Juan, con una trágica tradición: matar, enviar al cielo de forma precipitada, a los que Dios había suscitado de entre ellos para darles aviso de qué era lo que no hacían bien y qué era lo que tenían que hacer Y eso, como suele ser ordinario, no gusta a los que hacen, exactamente, lo contrario de lo que tienen que hacer.


JESÚS, tu primo Juan te bautizó en el Jordán y luego dio su vida por la Ley de  Dios. Ayúdanos a tenerlo como ejemplo de cómo debemos actuar en todas las circunstancias de nuestra vida.





Eleuterio Fernández Guzmán


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