4 de enero de 2013

Cordero de Dios




Jn 1,35-42

“En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: ‘He ahí el Cordero de Dios’. Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: ‘¿Qué buscáis?’. Ellos le respondieron: ‘Rabbí —que quiere decir, “Maestro”— ¿dónde vives?’. Les respondió: ‘Venid y lo veréis’. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: ‘Hemos encontrado al Mesías’ —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: ‘Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas’ —que quiere decir, “Piedra”.

COMENTARIO

Juan, que seguramente había leído muchas veces al profeta Isaías, sabía que el decir Cordero de Dios no era expresión genuinamente suya. Isaías, al que tanto debemos desde que sabemos lo que quería decir y el que, como los buenos vinos, gana con los siglos, que no ha perdido actualidad en lo que dice porque la Palabra de Dios no pasa ni pasará nunca al olvido, ya profetizó que como un cordero al degüello era llevado (Is 53,7).
Es la pregunta de Cristo ¿Qué buscáis? la que establece un punto de partida importante en este texto. Jesús, seguro conocedor de lo que pensaban (como pasa muchas veces en su vida y recogen los Evangelios, por ejemplo en Mc 2,1-12 en la curación del paralítico)no se limita a decir “como vosotros pensáis esto y aquello…” sino que da la posibilidad de respuesta por parte de aquellos dos que le siguen, para que manifiesten la disposición de su corazón, qué esperan de ese Cordero de Dios.

Y Pedro, sobre el que Cristo edificaría su Iglesia, cambia el nombre. De Cefas a Pedro. Su misión le había sido dada. Y así, hasta hoy mismo.

JESÚS,  como cordero de Dios ibas a ser llevado al matadero. Pero antes, mucho antes, tenías mucho que enseñar. Nosotros, sin embargo, y en demasiadas ocasiones, pudiera dar la impresión de que se nos olvida.


Eleuterio Fernández Guzmán


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