5 de mayo de 2011

Aceptar a Jesucristo

Jn 3,31-36


“En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: “El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él”.



COMENTARIO



Jesús sabía distinguir muy bien entre los que eran del cielo y los que eran de la tierra. La distinción era muy sencilla porque quien no lo tenía por el Hijo de Dios no estaba con Él y, justo, al revés.



Jesucristo daba testimonio de Dios por lo que hacía y por lo que hacía. Por eso resultaba extraño que, viendo una cosa y la otra, muchos lo quisieran poco y, así, acabara muriendo de muerte de cruz.



El Hijo de Dios ofrecía algo que no tiene precio humano por ser puramente espiritual: la vida eterna. Tal ofrecimiento era, por tanto, aceptado o no aceptado por quien lo recibía pero, en verdad, suponía que Dios permaneciese, o no, en la persona.



JESÚS, viniste de “arriba” como tú mismo dijiste. Muchos, sin embargo, no aceptaron que así fuera porque les trastocaba muchas de las opciones de vida que habían tomado y, por eso mismo, no te aceptaban. Nosotros queremos seguirte y, por eso mismo, nos aclamamos a tu vida y Palabra.





Eleuterio Fernández Guzmán

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