4 de marzo de 2011

El celo de la fe


Mc 11,11-25

“En aquel tiempo, después de que la gente lo había aclamado, Jesús entró en Jerusalén, en el Templo. Y después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania.

Al día siguiente, saliendo ellos de Betania, sintió hambre. Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; es que no era tiempo de higos. Entonces le dijo: ‘¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!’. Y sus discípulos oían esto.

Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: ‘¿No está escrito: ‘Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes?’.¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!’. Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina. Y al atardecer, salía fuera de la ciudad.

Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. Pedro, recordándolo, le dice: ‘¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca’. Jesús les respondió: ‘Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: ‘Quítate y arrójate al mar’ y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas’”.



COMENTARIO

Saber en qué se cree es fundamental para una persona que se dice, así, creyente. No caben equivocaciones al respecto porque hacer tal cosa es poner en mal lugar a la causa de nuestra fe y al motivo espiritual de nuestra existencia.

Jesús tenía celo por la fe. No podía entender cómo era posible que la Casa de su Padre la hubieran convertido, mediando tergiversaciones de la voluntad de Dios, en algo así como un mercado de intereses y de egoísmos.

Jesús quería que el corazón del creyente se mantuviese limpio de venganzas y odios. Por eso pide que, antes de orar, se perdone si es que hay algo que perdonar. A Dios no podemos dirigirnos con un corazón sucio o lleno de las inmundicias del mundo.



JESÚS, amas más que nada a Tu Padre. Por eso reprendes de una forma terrible a quienes se burlan de su Casa y hacen de ella centro de oprobios y de negocios ajenos a la espiritualidad que merece. Y mantienes que la fe es fundamental… tener, al menos, algo de ella, de la que, muchas veces, estamos faltos.






Eleuterio Fernández Guzmán

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